Se escucha, ¿se escucha?. No es fácil. El diálogo o la discusión son
otra cosa, pero la escucha precipita al otro a hablar-se. Estos
monólogos se agotan y vienen otros más verosímiles, menos razonables. La
escucha ha de ser, sobretodo, incondicional.
Es material, material palabrero, que produce una sacudida, una sorpresa: "de esto nunca había hablado".
Las palabras son representaciones -Freud dixit- a las que se ligan
afectos. Y los circunloquios del paciente desactivan estos núcleos. Solo
eso.
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