Estamos sobrados de experticia. Los psicólogos, los pediatras, los
psiquiatras, estamos demasiado imbuidos en nuestras teorías y prácticas.
¿Dónde está el saber de la maternidad y la crianza?
El de la maternidad debe de estar en las madres, pero en cuales.
¿Y la crianza?, ¿qué significa criar?. ¿Quiénes crían sino los campesinos?
Nuestra intención es positivar variables estructurales y relacionales en
la temprana infancia, para poder prever el desarrollo de
sintomatologías, hoy por hoy, tratadas como enfermedades crónicas: thda,
tci, psicosis, autismo y otros. Dada la intencionalidad está de más
justificar el interés del estudio. Pero sí queremos subrayar lo oportuno
por las condiciones en que estamos inmersos.
Primero que nada, una continua tormenta en los mass media relativa a la
crianza y sus dificultades: padres que sienten incompetentes para
educar, algunos maltratados, hasta asesinados; violencia en las aulas,
consumo de estupefacientes, ... niños en tratamientos de salud mental.
A renglón seguido unas practicas de intervención en la infancia de
predominancia psicoeducativa y química. Prácticas guiadas más por
criterios economicistas que clínicos.
Durante varias décadas las practicas psicoafectivas, que atienden al
mundo imaginario del niño, a su escucha e interpretación, han permitido
a generaciones de pacientitos elaborar sus miedos a través del juego y
la escucha.
Determinadas circunstancias económico-político-académicas, hacen que
las prácticas que se demostraron exitosas y que tienen un gran bagaje
experiencial, se vean relevadas por intervenciones más rápidas, cuanto
más inoperantes. Así hemos llegado al extremo de que, hoy por hoy, en
cualquier centro escolar es de una normalidad absoluta que haya niños
narcotizados, con el consecuente estigma y sin haber tenido la
oportunidad de un tratamiento psicoafectivo donde analizar qué es,
realmente, lo que le está pasando en sus vidas.
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